LA FELICIDAD
Al principio de los tiempos
los demonios se juntaron
para buscar la manera
de robar a los humanos.
Querían quitarles algo
que les fuera muy apreciado
por causar mal a los hombres
y el Cielo fuese burlado.
Después de mucho pensarlo,
el más astuto exclamaba:
- “Les quitaremos la joya
más querida y apreciada,
que muchos buscan en vano
y no consiguen hallarla.
“Felicidad” es su nombre
y por encima no hay nada.
Pero existe otro problema,
el sitio donde esconderla
para que ningún humano
pueda nunca dar con ella.”
Todos los demás demonios
lo estimaron adecuado
y siguieron debatiendo
el escondite apropiado.
Pensaron en la montaña
de la tierra la más alta,
para que estando en la cima
nunca pudieran hallarla.
Pensaron en esconderla
en el fondo de los mares,
en los desiertos más secos
o en los helados glaciales.
También pensaron llevarla
a algún lejano planeta,
tras las últimas galaxias
o en la más lejana estrella.
Pero todos replicaron
que no eran buenos lugares
porque en más o menos tiempo
se conquistarán los mares,
subirán a las montañas,
bajarán a las cavernas,
viajarán por el espacio
y dominarán la Tierra.
Los hombres son animosos,
son fuertes y son valientes,
se ponen retos y metas,
difícil es sorprenderles.
Otros demonios dijeron
que el escondite perfecto
era el poder o la fama,
o era el brillo del dinero.
Al final el más anciano
de los diablos del infierno
tuvo la última palabra
y sentenció muy severo:
- “Yo sé de un lugar oculto
que siempre será secreto,
que está tan cerca que nunca
podría ser descubierto.
La Felicidad oculta
dentro de los mismos hombres.
Tanto de los hombres ricos
como de los hombres pobres.
Todos quedarán burlados
yendo a lejanos lugares,
buscándola en los placeres
y en las cosas materiales.
Sin sospechar cada uno
que el secreto de su dicha
habita en nosotros mismos,
¡tan cerca y tan escondida!
Muchos hombres todavía
se preguntan dónde está,
si ella estará en esta vida
o en la otra del más allá.
Si tú la encuentras, amigo,
guárdala, que no se escape.
La dicha sólo es eterna
si con otros se comparte.
Es el único tesoro
que cuanto más se reparte
crece y crece sin medida
y más aumenta tu parte.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes