LA NIÑA DE LA NIEBLA
Una noche fría y negra
de helada y de luna nueva
conducía por la estrecha
y quebrada carretera.
Mi mujer me regañaba
por el viaje tan tardío,
al retrasar nuestra marcha
sin conocer el camino.
A las sombras de la noche
se sumó un banco de niebla,
que hizo aumentar los reproches
e incrementó las tinieblas.
De repente y de la nada
se ha atravesado una sombra,
pequeña figura humana
que nos sorprende y asombra.
Una niña ha aparecido
cerca de la carretera,
con los brazos extendidos
y con las manos abiertas.
Pego un terrible frenazo,
derrapo en la carretera.
El coche ya se ha parado,
mi corazón se acelera.
Recogemos a la niña
que no parece asustada,
sus manitas están frías
y su carita muy blanca.
- “Pequeña, ¿cómo te llamas?
¿Qué es lo que te ha sucedido?
¿Por qué no nos dice nada?
¿Es que acaso te has perdido?”.
Ella muda permanece
y no deja de mirarnos
con unos ojos ausentes,
llorosos y desgraciados.
Parece muerta de frío,
no para de tiritar.
Le echamos nuestros abrigos,
la intentamos calentar.
En el asiento trasero
la niña ya se ha dormido
y como un ángel del cielo
descansa con gran alivio.
Comentamos con sorpresa
la situación tan extraña
de la niña de la niebla
que ha surgido de la nada …
¡La niña ha pegado un grito!
Mi mujer se sobresalta
y un helado escalofrío
ha recorrido mi espalda.
- “¡Papá! ¡La curva! ¡Cuidado!”,
nos ha gritado la niña.
Y sobre el asfalto helado
mi coche se precipita
resbalando desbocado
fuera de la carretera.
Al final lo he controlado
en medio de las tinieblas,
hasta pararlo sin daño
al lado de la cuneta.
¡Nuestras vidas ha salvado
con su grito la pequeña!
Miramos atrás entonces
buscándola sin demora,
pero está vacío el coche …
¿Dónde está la salvadora?
Extrañados y temblando
buscamos fuera del coche ..
otra vez sin resultado …
¡Se habrá perdido en la noche!
Buscamos y rebuscamos
entre jirones de niebla,
mas la niña se ha esfumado
en la noche de tragedia.
Conseguimos reanudar
nuestro penoso camino,
nos asusta y nos preocupa
de la niña qué habrá sido.
Vemos una luz lejana
que es una gasolinera,
allí haremos la parada
y el alto en la carretera.
Encontramos a un anciano
que la noche ha desvelado,
y la historia le contamos
del accidente evitado.
De momento nada dice,
al suelo mira callado.
Luego el silencio se rompe
y empieza un triste relato:
- “Ocurrió ya hace unos años
un accidente mortal,
de recuerdo desgraciado,
en ese mismo lugar.
El coche de una familia
salió de la carretera
en otra noche fatídica
de mucho frío y de niebla.
La niña distrajo al padre,
del coche perdió el control,
para al final estrellarse
contra el pretil de hormigón.
El golpazo fue tremendo,
el coche se destrozó,
ambos padres fallecieron,
después la niña murió.
Desde entonces ha ocurrido
varias veces esta historia,
la niña se ha aparecido
como pena expiatoria.
Siempre es en la misma curva
y siempre en noches de bruma,
la niña expía su culpa
y a otra familia le ayuda.
Ya ha salvado a mucha gente
esta “niña de la niebla”,
y evita los accidentes
cuando su grito resuena”.
……
Por la mañana temprano
hemos vuelto hasta la curva,
no sabemos qué ha pasado,
si fue real o locura.
El frío no ha levantado
pero el sol ya está brillando
y por fin ha derrotado
a las sombras del pasado.
Un ramo de flores frescas
dejamos junto a la curva
y dos luminosas velas
que le alumbren en su ruta.
Decimos una oración
con un nudo en la garganta,
sentimos una emoción
que por dentro nos embarga.
Una plegaria sencilla
llena de agradecimiento
por la niña aparecida
entre la niebla y los sueños.
“Dios quiera que aquella niña
pueda al final descansar,
renacer en la otra vida
y encontrar la eterna Paz.”
-----oooOooo-----
© Manuel de Churruca y García de Fuentes