PESADILLA
Desperté aquella mañana
muy temprano, como siempre,
con sensación muy extraña
de sentirme diferente.
Después de breves momentos
de dulce remolonear,
decidí ya levantarme
y me intenté incorporar.
Mi cuerpo no respondía,
parecía congelado,
mis brazos no se movían
como si estuviera atado.
Intenté en vano gritar,
mudos eran mis sonidos,
no conseguí pronunciar
ni palabras ni gemidos.
Cuanto más fuerte gritaba
más desconcierto tenía,
y en mi interior yo notaba
el terror que me nacía.
Alrededor de la cama
yo vi cómo se postraban
mi familia y mis amigos
que rezaban y lloraban.
El pavor en mi crecía,
no entendía qué pasaba,
ni siquiera yo sentía
la gente que me besaba.
Oía llantos y lloros,
las plegarias y los rezos,
palabras entre sollozos,
campanas tocando a muerto.
¿Cómo permanezco dentro
de un cuerpo ya fallecido?
¿En qué lado yo me encuentro?
¿Estoy muerto o estoy vivo?
Olvidado en esta cárcel
como una broma pesada,
parezco fiera salvaje
que ha caído en la celada,
o un hombre paralizado
por una grave dolencia,
que queda incomunicado,
desahuciado por la ciencia.
Presa se ha quedado mi alma,
que no puede perecer,
ya no mantengo la calma …
¡No se qué va a suceder!
Tengo síntomas de muerto,
mi corazón no palpita,
frío se quedó mi cuerpo
y ni siquiera respira.
Esto que a mí me acontece …
¿es normal o una excepción?
¿Es lo que siempre sucede
o es una equivocación?
Ya he perdido la noción
del tiempo que va pasando,
no se si han sido segundos,
minutos, semanas o años.
La puerta se me ha cerrado
y me han enterrado vivo.
¿Cómo cuenta no se han dado
del error que han cometido?
El tiempo es inexorable,
y nuestro cuerpo mortal
comienza, desagradable,
su corrupción natural.
El mortal aburrimiento
me desespera y me hastía,
mi único entretenimiento
es contar día tras día.
A veces yo me concentro
por si escucho algún sonido,
intento captar rumores,
conversaciones o ruidos.
También doy vueltas y vueltas
como una fiera encerrada,
buscando puertas abiertas
y pensando cosas raras:
“Si uno se corta la mano,
no deja de ser el mismo.
Si me cortaran los brazos,
los miembros de mi organismo,
y siguieran recortando
como corta un enemigo ...
¿hasta donde yo, quitando,
me quedo sólo conmigo?
¿Es mi cuerpo imprescindible
o es mi cárcel y prisión?
La cuerda que me sostiene
como barca al malecón.
El lastre que con su peso
no me ha dejado volar.
La jaula de duro hierro
que no me deja escapar”.
Mis pobres restos humanos
en cenizas se convierten,
me desmigan los gusanos,
mi alma ya no se sostiene.
Un ejército de infectos
devoradores de huesos,
de bacterias y de insectos,
limpiadores de esqueletos.
Son marabunta incontable,
carnívoros insaciables,
antropófagos con hambre,
carroñeros implacables.
Ya no tengo más materia,
nariz, lengua, oídos, ojos,
y mis manos son miseria,
sólo son tristes despojos.
Como si fuera la arena
que sale de bolsa rota,
como el hielo que gotea
fundido gota tras gota,
así se escapa mi ser,
mi cuerpo no lo contiene,
mi alma comienza a caer
y ya nadie la detiene.
Me caigo ... sigo cayendo ...
extiendo brazos y piernas ...
nada sujeta mi cuerpo ...
¡y es que cuerpo no me queda!
Yo quiero agarrarme a algo
que detenga mi caída,
pero ya no tengo manos …
¡el abismo es mi salida!
Así empieza mi bajada,
atravesando la tierra,
volcanes, magmas y lavas,
minerales, rocas, piedras, …
La caída continúa
por los infiernos ardientes,
planetas, soles y lunas,
estrellas resplandecientes.
La velocidad aumenta
y aumenta mi desconcierto,
sigo traspasando estrellas,
galaxias, mundos y cielos,
espíritus, sombras y entes,
apariciones y espectros,
diablos, demonios y duendes,
y criaturas de los sueños.
Sucesivamente entro
en distintas dimensiones,
cosas que yo no comprendo,
prohibidas para los hombres.
Sigo cayendo y cayendo,
no se cuál es la frontera,
no se si caigo hacia dentro
o estoy cayendo hacia fuera.
Desorientado y sin fuerzas
confundo arriba y abajo
con mi derecha y mi izquierda …
¡me encuentro desesperado!
Acelero y acelero
más veloz cada momento,
he adelantado a la luz
y a mi mismo pensamiento.
Confundo mis sentimientos,
se atropellan mis ideas
y este vértigo que siento
hace estallar mi cabeza.
Velocidad infinita,
sólo arrebato y espanto.
¿Quién parará mi caída?
¿Quién calmará mi quebranto?
Congoja, miedo y temor,
ansia, vértigo y mareo,
desconsuelo y aflicción,
vómito, pena y tormento.
Eterna rueda que rueda
sólo por atormentarnos,
dando vueltas y más vueltas
sin poder nunca pararnos.
Ya he perdido la noción
y la sensación del tiempo.
No se si empiezo a caer,
o es que estoy así, cayendo,
por toda la eternidad.
¿Soy yo sólo un pensamiento?
¿un sueño, bondad, maldad …?
¿o sólo un soplo en el viento?
¿Es el más allá la nada?
¿o es sólo un caer vacío?
¿huída desesperada
o una meta sin sentido?
¡Señor, cuánto sufrimiento!
¡Líbrame de la tortura
y de este crüel tormento
que ya se torna en locura!
En ese momento mismo
al final he despertado,
pego de la cama un brinco
y respiro muy aliviado.
¡Gracias, Dios mío, me mandas
sueño de revelaciones
sobre el vacío y la nada,
angustias y desazones.
Esto quizás les espera
a gentes sin convicción;
los agnósticos y ateos
rechazan la salvación.
Es la materia sin alma
o el sueño de la razón,
humanidad limitada,
muerte sin liberación.
El rechazar la otra vida,
un instante de lo eterno,
espantosa pesadilla,
en lo infinito un recuerdo.
¡Qué poco se entendería
la muerte sin salvación,
sin la Gloria prometida,
sin el paternal perdón!
Llegar al premio divino
es mi motivo y razón,
junto a los seres queridos
la contemplación de Dios
Es esperanza cristiana
gozar de Dios la belleza,
agua de dulce fontana
que sacia la sed eterna.
Camino, verdad y vida,
luz que ciega con su brillo,
felicidad compartida …
¡por los siglos de los siglos!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes