ROMANCE DE LOS GARCÍA
En la villa de Las Fuentes,
donde habitan los García,
ocurrió un triste suceso
lleno de oprobio y mancilla.
Secuestraron a una niña
los moros de la frontera
de la familia García,
de todas la más señera.
La niña de ojos azules
y cabellera dorada,
de preguntas inocentes
y de risa en la mirada.
Su madre llora con rabia,
no ha dejado de llorar,
su padre, desconsolado,
ha comenzado a rezar.
Los niños ya no pasean,
los valles quedan desiertos,
las campanas ya no suenan,
lloran la pena del pueblo.
El viejo Rey de Castilla,
ha concedido patente
para juntar la mesnada
y reclutar a la gente.
Todos quieren ser guerreros,
el rescate es muy urgente.
Los García, por las villas,
reclutan partida ingente.
Cincuenta fuertes caballos
y cincuenta caballeros,
tras el Pendón de Castilla
por defender sus derechos.
Caballos y caballeros
salen al rayar el día,
después de pedirle a Dios
que sea su ayuda y guía.
Todos guardan el silencio
de sus miradas calladas,
sólo se oye el tintineo
de sus yelmos y corazas.
El sudor brilla en sus frentes
y al vivo sol las espadas
cuyo acero reluciente
se ha probado en cien batallas.
Cabalgan todos formados
bajo el feroz sol de estío,
cruzan los valles y prados
y llegan pronto hasta el río.
El río que ahora separa
las dos enemigas tierras,
que un día pesca nos daba
y hoy nos sirve de frontera.
Cuando la armada cristiana
llegó hasta el puente del río,
allí se encontró de frente
al ejército enemigo.
A su frente iba el Rey Moro
seguido de sus validos,
cerrando la comitiva
otros tres moros cautivos.
El Rey montaba un caballo
árabe de raza pura,
que sostenía un vasallo
por dominar su bravura.
Viste una capa muy rica
bordada de seda pura,
con ella cubre a la niña
abrazada con dulzura.
Así les habló el Rey Moro,
renunciando a sus honores:
- “Esta es la niña robada,
y estos tres son sus captores.
Los tres moros criminales,
lo peor de nuestras sierras,
la vergüenza de su raza
y de sus propias aldeas.
Aquí los tienes, García,
cargados van con cadenas,
sus vidas te pertenecen,
puedes hacer lo que quieras.”
García, por ser cristiano,
no los quiere asesinar
por lo que pide al Rey Moro
que los vuelva a su lugar.
- “Es tan grande la alegría
que inunda mi corazón,
que el odio que yo sentía
se ha convertido en perdón.”
La niña se abraza al padre,
son mil besos esperando.
El padre quiere ocultarle
el llanto que le está ahogando.
- “No te preocupes, García,
que buen castigo tendrán,
que el secuestrar a una niña
tampoco lo quiere Alá.
Tu perdón será un regalo
que todos apreciarán.
Las historias que se cuenten
así lo recordarán.
Será por siempre cantada
tu generosa nobleza
por juglares y poetas
de tus tierras y las nuestras.”
El Rey entrega a la niña
la joya de su turbante,
cuajada de piedras finas,
que él recibió de su padre.
- “Quiera el brillo de estas piedras
consolarte en tu recuerdo,
conmemorar tu coraje
y pedir perdón sincero.”
Ya las tropas se despiden,
ya a sus tierras se devuelven.
Todos van agradecidos
con su Dios y con su suerte.
Aquí concluye el romance
de los García de Fuentes,
en su día gran proeza ...
¡bueno es que se recuerde!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes