AMOR OLVIDADO
Contemplo la piedra al sol,
ese sol de mediodía
que le da tanto calor
como una fragua encendida.
Áspera y porosa roca,
basta piedra de arenisca,
como una tallada losa,
reluciente y amarilla.
Yo me paro algunas veces
y toco la piedra muerta,
su tacto tosco y caliente
todo mi cuerpo atraviesa.
En dura tierra descansa
rodeada por ortigas,
que con su color la enmarcan,
con su veneno la cuidan.
Sólo visitan la losa
las grisáceas lagartijas,
que encima de ella reposan,
solean su sangre fría.
Cuando algún ruido ellas sienten
se escapan por las rendijas,
por los oscuros boquetes
que les sirven de guarida.
Encima una cruz de piedra
de madreselva vestida,
que se mezcla con las hiedras
y de verde la tapizan.
En la tumba sólo hay flores
al llegar la primavera,
que asoman con sus colores
por los bordes de la piedra.
Una cadena de hierro
herrumbrosa y carcomida,
cordón de eslabones negros,
la rodea sin salida.
En la losa hay unas letras
que han perdido su color,
pero conservan su huella
con la siguiente inscripción:
"Nuestro amor fue tan intenso
que parecía infinito.
Ese amor lo mató el tiempo,
la rutina y el hastío.
¡Se rompió tu juramento,
lo mismo se rompió el mío!
Nuestro amor no será eterno ...
¡sólo es eterno el olvido!”
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes