CAMBIO DE TORNAS
El muchacho dormía plácidamente
bajo la vieja encina, junto a la fuente,
y despertó asustado viéndose enfrente
el rostro desencarnado de la Muerte.
Ella exclamó: “¡Qué rostro tan dulce y hermoso!”,
y él respondió: “¡Qué cuerpo tan espantoso!”.
Pero su vida pasó rápidamente,
al candor infantil siguió un joven fuerte,
luego un hombre maduro con blancas sienes
y al final un anciano débil y enclenque.
El anciano dormía ya ratos breves,
decrépito el cuerpo, cansada su mente,
cuando al abrir sus ojos a él le parece
que de nuevo la Muerte se ha vuelto a verle.
Ella exclamó: “¡Qué cuerpo tan horroroso!”,
y él respondió: “¡Qué rostro tan dulce y hermoso!”.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes