CUARTETAS DE LAS PALABRAS
Yo peleo con palabras
cuando me pongo a hacer versos,
y al fragor de la batalla
me gotea mi cerebro.
Las elijo y las ordeno,
las amputo y disecciono,
las separo o encadeno,
luego las pego y las coso.
Las desnudo y las desvisto,
las miro en el diccionario,
las recorto y las combino
al derecho y al contrario.
Algunas se caen exhaustas
de tanta vuelta y mareo,
las sorprendo como incautas
y en palabras las encierro.
A veces tengo una rima
que junta frases perfectas,
pero al final me la arruina
una palabra incorrecta.
En ese instante querría
inventarme esa palabra,
que perfecta quedaría
pero que ahora no es nada.
Yo podría recitarte
poesías agraciadas,
con sus rimas consonantes
de palabras inventadas.
Esos versos son fachada
con metro y ritmo perfectos,
que no significan nada,
que son bellos y están muertos.
Pero lo difícil es
buscar una historia, un tema,
que despierte el interés
con mensaje o moraleja,
y vestir dicho relato
con el traje de un poema,
eligiendo con cuidado
como un sastre, cada tela.
Buscando el exacto metro,
probando a cambiar palabras,
ordenándolas de nuevo
hasta ver que todas casan.
Encajando cada pieza,
limando lo que les sobra,
y releyendo el poema,
una estrofa tras la otra.
Como el viejo relojero
de los relojes de antes,
piezas de encaje perfecto
para medir cada instante.
Ajustando cada rima
para que cada palabra
esté cómoda y tranquila,
perfectamente encajada.
Con las palabras yo juego,
las obligo a obedecerme,
las domino y las modelo
para que armoniosas suenen.
A veces vienen palabras
ordenadas, con su rima,
y cuando voy a apuntarlas,
ya no puedo, se me olvidan.
Unas tienen ya una cara,
otras van siempre en pareja,
otras con nadie se casan
y otras no puedo ni verlas.
Luego las mismas palabras
se vengan todas de mi,
pues me atacan por la noche
y no me dejan dormir.
Se enganchan en mi cerebro
y bailan unas con otras,
pero ya no las manejo
porque vida propia cobran.
Por eso escribo cuartetas,
como cárcel que sujete
a esas palabras inquietas
para que no me molesten.
Blanca cárcel de papel
que tú, lector, la visitas,
como mazmorra cruel
de las palabras escritas.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes