DÓNDE SE ESCONDE DIOS
Al salir el cirujano
de operar a su pequeño,
la madre ha pegado un salto
y ha preguntado muy quedo:
- “¿Cómo está mi hijo, doctor?”
Con la pena en su mirada
y también en baja voz,
el doctor le contestaba:
- “Era muy grande el tumor
y en un sitio malo estaba …
Ha muerto en la operación …
No pudimos hacer nada.
No ha tenido sufrimiento,
dormía plácidamente.
Le acompaño el sentimiento …
¡La vida es tan dura a veces!”
La madre siente un abismo
que se abre bajo sus pies.
- “¿Por qué se ha muerto mi niño …?”
Nadie sabrá responder.
Y siente como un cuchillo
le hiere sin compasión,
clavando su duro filo
en medio del corazón.
No le salen las palabras,
cree perder la razón.
¿Cómo es posible que en su alma
le quepa tanto dolor?
La enfermera le acompaña
a despedir a su hijo,
y ella muy fuerte lo abraza,
con infinito cariño.
Le corta un mechón de pelo
de su cabeza dorada,
para llevarlo en su pecho
como reliquia sagrada.
Unos minutos apenas
que dura el último abrazo,
y toda una vida entera
que tendrá para llorarlo.
Luego recoge los cuentos
y los pijamas del niño,
sus juguetes y muñecos,
y su coche preferido.
También se lleva aquel ramo
que le regaló hace días
para tratar de animarlo
con sus flores preferidas.
Ella cree enloquecer
al dejar a su pequeño,
le parece envejecer
una vida en un momento.
Y cuando llega a su casa
la encuentra tan sola y fría
que se recuesta en la cama
en la que su hijo dormía.
Y pide una explicación,
y una y mil veces repite:
- “¿Dónde se ha escondido Dios
en este día terrible?”
Entre el cansancio y el sueño
de los días de vigilia,
el sopor le va venciendo
hasta quedarse dormida.
Y en sueños su hijo aparece
con mirada luminosa,
con su alegría de siempre
y su carita preciosa.
Con una voz muy segura,
mientras que besa a su madre,
le contesta a su pregunta,
respondiendo a sus afanes:
- “Yo se que tú has preguntado
que dónde se esconde Dios
cuando lo he necesitado
en medio de mi aflicción.
Pues en el mismo lugar
que cuando su Hijo murió,
calmando su soledad,
aliviando su dolor.
Porque hasta su propio Hijo
estando en la cruz clavado
le decía: “Padre mío,
¿por qué me has abandonado?”
Él su dolor consintió,
su llanto y sus tentaciones.
y permitió su Pasión
para salvar a los hombres.
A mi me ha dado su aliento
en toda mi enfermedad,
cambiando mis sufrimientos
por plena felicidad.
Ha dado fuerzas a mi alma,
su bondad me ha confortado,
me ha transmitido su calma
y mi sufrir se ha acabado.
Misteriosos y profundos
son los designios de Dios,
pero lo único seguro
es que los mueve el Amor.”
……………………………
La madre ya se despierta
y ha encontrado en la mesilla
las flores que estaban secas …
¡fragantes y revividas!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes