EL ARBOL DE LA VIDA
Un árbol sujeta el mundo,
lo cuelga del firmamento,
con sus pies en lo profundo
y sus brazos hacia el cielo.
Tronco que de puente sirve
entre el suelo y entre el vuelo.
Que une ramas y raíces
conformando un solo cuerpo.
Que vive en aire liviano
y en la endurecida tierra.
Que al aire tiende sus manos
y en polvo sus pies se entierran.
Raíz que la tierra horada
y se extiende por el suelo,
que fuertemente la agarra,
sujetando los infiernos.
En la tierra movediza
busca las rocas más duras,
en su interior escudriña,
en sus entrañas oscuras.
Y se hunden sus pies desnudos
clavando todas sus uñas,
buscando firmes profundos
para cimentar su altura.
Ramas que extienden sus brazos
para alcanzar las estrellas.
Siempre arriba, hacia lo alto,
para tocar su belleza.
Manos que en el aire crecen
por descubrir sus secretos.
Los susurran suavemente
cuando está soplando el viento.
Sus troncos como columnas
resplandecientes y blancas,
bajo la luz de la luna
que tiñe con su mirada.
Atlantes y telamones
que sujetan todo el cielo,
que se agrupan en los bosques
sosteniendo el firmamento.
Árboles que se adoraron
por nuestros viejos ancestros.
Creciendo arriba y abajo,
hacia la tierra y el cielo.
Vestigios del Paraíso
del que fuimos expulsados.
Árboles que son caminos
entre mundos conectados.
Abrazar el tronco viejo
de madera retorcida,
que os defenderá del viento.
y que os unirá a la vida.
Selvas y bosques sagrados,
tesoros mal protegidos,
de nuestros padres legado
y herencia de nuestros hijos.
La Tierra y los seres vivos
debemos de conservar,
pues juntos van sus destinos
para bien o para mal.
Toda la Tierra colgada
del árbol de la verdad.
Sujeta esa inmensa carga
en su tronco nada más.
Cuando el hacha de talar
corte ese tronco maestro,
toda la Tierra caerá
sumergida en el averno.
Y cuando caiga la tierra
arrastrará al universo.
Todos nos daremos cuenta
que el árbol ... sujeta el cielo.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes