EL JILGUERO
Un pajarillo del campo
mi amigo me ha regalado,
con un melodioso canto
que enamora al escucharlo.
Lo miran desde la calle
y lo apuntan con el dedo,
toda la calle ya sabe
cómo canta mi polluelo.
Y casi todos los días
le vienen a ver los niños,
él nos llena de alegría
con sus cantos y sus trinos.
Pero un día no ha cantado
y se ha quedado muy quieto,
nos tiene muy preocupados
y parece que está enfermo.
Ha venido para verlo
un viejo y experto aldeano
que ha examinado el jilguero
por ver si puede curarlo.
Después de reconocerlo
dice el hombre con gran pena:
- “Lo que ha enfermado al polluelo
creo que es pura tristeza.
El pajarillo se muere
de no sentir el rocío,
de no beber en la fuente
o en las márgenes del río.
De no ver amaneceres
y respirar aire fresco,
de no sentir los placeres
de empollar a sus polluelos.
De no gozar con la sombra
bajo el sol del mediodía,
ni contemplar amapolas
volando por la campiña.
De no oír a otros jilgueros
en los valles y en los montes,
de no contemplar luceros
en el negro de la noche.”
… … … … … … … … …
Con la jaula y con los niños
nos hemos ido hasta un prado
y contentos, allí mismo,
el jilguero hemos soltado.
Al pronto se ha resistido
a cobrar su libertad,
pero luego él ha salido
y ha comenzado a volar.
Se ha detenido en un pino
para mirar hacia atrás,
y alegre y agradecido
ha comenzado a trinar.
Jilguero de cara roja
y de alitas amarillas,
cuyo canto nos asombra
y nos llena de alegría.
Que yo prefiero escuchar
a veces, en los sembrados,
tu melodioso trinar
en vez de verte encerrado,
muriéndote poco a poco
entre silbido y gorjeo,
encerrado en jaula de oro
que te impide el libre vuelo.
Porque el príncipe del bosque
no puede estar enjaulado,
¡Que alegre a todos los hombres
que pasean por el campo!
Moraleja:
Si la belleza y el arte
las encierras y limitas,
no podrán desarrollarse …
¡y se morirán marchitas!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes