EL MENDIGO
Un caballero pasaba,
con su capa y su sombrero,
por las calles que se helaban
en una noche de invierno.
Al pronto se cruza a un niño
que lleva los pies descalzos,
va tiritando de frío
envuelto en viejos harapos.
Con un pasito cansado,
con incierto deambular,
extiende su blanca mano
buscando la caridad.
¡Mirarlo da tanta pena!
¡Qué vida tan desgraciada!
Ojos de enorme tristeza
que nublan su dulce cara.
El hombre se ha impresionado
al ver el niño andrajoso.
¿Cómo puede ir caminando
con este frío horroroso?
¿Cómo es que no hay compasión
que remedie su escasez?
¿Cómo es posible que Dios
no haya hecho nada por él?
De repente el caballero
ha escuchado estas palabras,
sintiendo la voz por dentro,
sin poder ver quién le hablaba:
- “Claro que hago algo por él,
Yo te he guiado hasta aquí.
Con su destino cruel
tu clemencia conmoví.
Ahora es esta tu misión,
tú le puedes ayudar.
Puedes darle educación,
un futuro y dignidad.
Él también te ayudará
a ablandar tu corazón.
Probará tu humanidad
y será tu salvación”.
Moraleja:
Los planes de nuestro Dios
es mejor que no juzguemos
pues son designios de amor
que nunca comprenderemos.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes