EL TRAJE
Aquel hombre decidió
hacerse un lujoso traje,
y entre modistos buscó
el más afamado sastre.
El trabajo lo encargó
después de elegir la tela,
y así nervioso llegó
hasta el día de la prueba.
Al ponerse el pantalón
se quedó abierta su boca,
cuando una pernera vio
que estaba más alta que otra.
Más el sastre le ha explicado:
- “Levante un poco esta pierna,
y la otra va arrastrando
fingiendo sutil cojera.”
La chaqueta bien planchada
se probó a continuación,
pero le encontró otra tara
y una nueva decepción.
Descubrió que las dos mangas
no casaban con sus brazos:
una manga no llegaba
y otra tapaba su mano.
Como hombre experimentado,
el sastre dijo otra vez:
- “Encoja un poco ese brazo
y estire el otro también.”
Más tarde salió una arruga
justo en medio de la espalda,
pareciendo una tortuga
con chaqueta arrebujada.
Pero el sastre no se inmuta
y otra vez recomendaba:
- “Simule una descoyunta
y así no se nota nada.”
Otro pliegue en la pechera
y al sastre otra vez se escucha:
- “Gire su parte derecha
y meta bien la cintura.”
Con su traje salió el hombre
de la misma sastrería,
cumpliendo las instrucciones
que su sastre le decía.
A la vez todo el apaño:
arrastrando de una pierna
con la otra cojeando,
una chepa en la lomera,
un brazo más largo que otro,
con la cintura girada,
retorciendo bien el lomo …
y un clavel en su solapa.
Parecía un ser deforme
que andaba como a saltitos,
con una joroba enorme
y un brazo muy pequeñito.
Y la gente se giraba
para ver ese prodigio,
a la vez que murmuraba
con salomónico juicio:
- “Con tanta deformidad,
un genio ha de ser su sastre.
Con lo mal hecho que está …
¡lo bien que le sienta el traje!”.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes