LA NIEBLA

 

A veces alguna nube,

de tanto volar en lo alto,

se siente sola y se aburre,

y quiere bajar abajo.

 

De nube se quita el nombre

y se convierte en la niebla,

por vivir junto a los hombres

como lo hacen las cigüeñas.

 

La nube se ha detenido

y se ha bajado del cielo.

¿Quién detuvo tu camino?

¿Quién te ha arrastrado hasta el suelo?

 

Desde la altura ha caído

un pedacito de cielo,

que une lo humano y divino

y nos acerca a lo eterno.

 

Cielo y tierra son unidos

con su brillante blancura,

aire y suelo confundidos

con tan blanca vestidura.

 

A veces se cansa el viento,

se va tiñendo de blanco,

hasta quedarse muy quieto,

completamente parado.

 

La neblina que se forma

con un viento congelado,

miles de flotantes gotas

creando un espejo opaco.

 

También he visto otras veces

en que la niebla se eleva,

sale del suelo y parece

como el humo de la tierra.

 

Niebla de vida muy corta

que nace de madrugada,

y, tras vivir unas horas,

por la tarde se levanta.

 

Tiene la vida tan breve

como breve es la belleza,

los rojos amaneceres,

la luz de la luna llena.

 

Niebla que crea barreras

invisibles en caminos,

detiene gentes viajeras

y extravía peregrinos.

 

Niebla que ciega los ojos

y entumece nuestros cuerpos,

se cala el frío tan hondo

como en huesos de los muertos.

 

La niebla tiñe de blanco

la faz de la tierra toda,

como un cristal empañado

que todas las formas borra.

 

Lo real desaparece

como se esfuma el recuerdo,

como la pasión se muere,

como se olvida un mal sueño.

 

Algunas montañas surgen

por encima de la niebla,

y se pueden ver sus cumbres

cómo asoman altaneras,

 

cual islas que se levantan

en medio de un blanco mar,

un mar con olas tan blancas

que nadie quiere cruzar.

 

¡Que la niebla se despeje

cuando emprendas tu camino,

y que muy temprano se eche

cuando lo haga tu enemigo!

 

        -----oooOooo-----

  

  

© Manuel de Churruca y García de Fuentes