LA RAYA
(Cuento surrealista)
Me han ordenado pintar
una raya interminable,
y sin mirar hacia atrás,
por mucho que yo me canse.
Una raya blanca y recta,
que siempre siga adelante,
que nunca se de la vuelta,
que nunca pueda pararse.
La salida es dibujada
con una roja señal,
y empiezo la raya blanca
sin dirección, al azar.
Mi raya cruza paisajes
que son nuevos cada día,
ya atraviesa tierras, mares,
desiertos, montes y simas.
Por semanas ya he pintado,
por años y hasta por siglos,
pero nunca me he encontrado
a nadie por mi camino.
Solo pintando mi raya,
día y noche, luz y sombra,
mi raya siempre muy blanca
y mi alma siempre muy sola.
Yo sueño con encontrar
a alguna persona errante
que alivie mi soledad
y que escuche mis pesares.
Hoy ha sido un feliz día,
pues de repente he encontrado
otra raya cual la mía
y por encima he pasado.
Sin duda me está indicando
que existen otros pintores,
que como yo van pintando
compartiendo mis labores.
Un día los cruzaré
y podremos conversar,
que charlar es un placer
que no puedo recordar.
Han pasado eternas horas
y otra raya me he encontrado,
después otra … y luego otra,
las rayas se van sumando.
Es más fácil, yo deduzco,
encontrar otro pintor,
pues las rayas blancas cruzo
con intervalo menor.
Entonces yo me entretengo
contando las nuevas rayas,
y el resultado que obtengo
es mayor cada semana.
Cuando yo observo el paisaje
es más blanco cada día,
pintando siempre adelante,
las rayas se multiplican.
Rayas que cruzan y cruzan,
interminable maraña,
cuadro abstracto que dibuja
como una blanca nevada.
Ya no pasa una jornada
que no me aburra al mirar
miles y miles de rayas,
que ya no puedo contar.
Y tan blanco está mi mundo
que hay poco que no esté blanco,
montes o valles profundos,
todo parece nevado.
Mi sueño no pudo ser,
ningún pintor he encontrado,
aunque miles debe haber
para tan largo trabajo.
Ahora me alegra encontrar,
en este mundo sin flores,
los espacios sin pintar
que conserven sus colores.
Casi todo está ya blanco,
blancas rayas infinitas,
y ya siento con espanto
que el trabajo se termina.
En todo mi mundo albino
sólo quedan ya retazos
de los colores y brillos
que borro con nuevos trazos.
Continúo por mil siglos
y ya sólo encuentro blanco,
no recuerdo a mis amigos,
los colores he olvidado.
Y un día fatal y aciago,
deslumbrado por la luz,
en este mi mundo blanco
descubro la roja cruz
que conoció el primer trazo
de mi raya interminable,
de este mi absurdo trabajo
que dura ya mil edades.
Comprendo … que no hay más gente,
que me estoy volviendo loco,
que todo el trabajo ingente
lo he realizado yo solo.
Como quien lía una cuerda
en una gigante esfera,
así de blanco se llena
toda la faz de la tierra.
Desesperado y hastiado
preparo mi destrucción,
por acabar mi trabajo
y obtener mi redención.
Con sendos trazos muy blancos
borro la cruz de partida,
su rojo desaparece,
todo es blanco, ... ¡no hay salida!
Yo me tiendo resignado
en ese suelo tan blanco,
y pinto con ambas manos
mi pobre cuerpo cansado.
El suicidio se consuma,
el frío blancor me entierra
y ya mi cuerpo se junta
con la blanca y dura tierra.
No me veo ni yo mismo,
ya soy parte de mi obra,
pintor y lienzo fundidos,
ya no me siento persona.
Cierro los ojos muy fuerte,
la niebla cubre mi cara,
y mi cuerpo lo disuelve …
¡la blancura de la nada!
... ... ...
(Cuando en el coche tú vayas
veloz, por la carretera,
fíjate en la raya blanca
y recuerda este poema).
-----oooOooo-----
© Manuel de Churruca y García de Fuentes