MI SECRETARIA
Mi secretaria sabía,
cuando entraba en mi despacho,
lo loco que me ponía
con esos pechos colgando.
Mis ojos disimulaban
a todas partes mirando,
pero en su escote acababan
como inevitable blanco.
Delante de mí agachada
para coger un papel,
mi mirada se clavaba
en su tersa y blanca su piel.
¡Cuánta salud! ¡Cuánto brío!
¡Qué vigor en su pechera!
¡Quién pudiera ser un crío
a la hora de la merienda!
Dos razones poderosas
por defender la lactancia.
Si a nosotros no nos toca …
¡pues que disfrute la infancia!
Un crucifijo colgando
en medio del canalillo,
que hay que buscar con cuidado
porque siempre está escondido.
Un día de buen recuerdo
mi gomita se escapaba
saltando por todo el suelo,
y los dos a cuatro patas
sobre la mullida alfombra
la estuvimos recogiendo …
ella rastreando la goma
y yo rastreando su cuerpo.
Cuando el verano llegaba
más se agravaba el problema,
pues la sangre se alteraba
y se encogían las telas.
Camisetas muy pegadas
con las espaldas desnudas,
transparentes y ajustadas
las camisolas y blusas.
Los tops se sostienen solos,
al aire las barriguitas,
se asoman los tangas rojos
y se escotan las camisas.
Y lo que más me turbaba
cuando me venía a ver
era que me preguntaba:
- “¿Desea algo más usted?”
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes