MIS NOCHES DESVELADAS
Como nocturna rutina
mi hija pequeña llamaba,
y yo acudía enseguida
hasta su cama a calmarla.
Ella gritaba: “¡Papá!”
por la noche … de repente,
desvelada en su soñar
por dragones y por duendes.
Y yo saltaba y corría
cama a cama, en corto vuelo,
como acude la gallina
cuando pía su polluelo.
Me acomodaba en su cama
y protegía su sueño,
un brazo bajo la almohada
y el otro sobre su cuerpo.
Sus manos estaban frías,
su frente a veces sudaba,
yo le hacía unas caricias
y un tierno beso le daba.
A su lado me quedaba
muy quieto, junto a mi niña,
mientras ella se aquietaba
y se dormía tranquila.
Un día faltaré yo
y mi hija compartirá
su vida con un amor
que feliz la cuidará.
Pero aunque sea mayor,
si la desvela un problema
o alguna preocupación
o está con fiebre o enferma,
seguro que gritará
muy fuerte, más de una vez,
el mismo grito: “¡Papá!”,
recordando su niñez.
Y quizás yo, desde el cielo,
me acercaré hasta su cama
y le daré un tierno beso …
muy suave … sobre su cara.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes