UNA MAÑANA EN CASA
Es una fría mañana
del invierno castellano.
Recién caída la escarcha
todo se tiñe de blanco.
Los cristales emplomados
de las antiguas vidrieras
me muestran un vasto campo
de interminable meseta.
Mi vieja casona se alza
en medio de un mar de olvido,
como una isla asomada
a la vera del camino.
Las alcobas y salones,
la espaciosa biblioteca,
un patio con muchas flores
y una fuente de agua fresca.
Una enorme chimenea
al fondo de aquel salón,
que sirve de biblioteca,
lanza su luz y calor.
Encima lucen y brillan
de la panoplia las armas,
los puñales, dagas, picas,
las espadas y alabardas.
De vez en cuando me pongo
frente al fuego, cara a cara,
para sentir en mi rostro
las caricias de las llamas.
Mi panza muy bien servida
con leche fresca y tostadas,
aceite de Andalucía
y mantequilla soriana.
El cielo esta encapotado
con nubes grises y blancas,
y parece un techo bajo
que en el suelo nos aplasta.
Día triste y día gris,
para no salir de casa,
para leer y escribir
en la tranquila mañana.
Y yo retrepo la espalda
en mi sillón orejero,
que parece que me abraza
con suave tacto de cuero.
Cojo un libro y leo un rato,
cojo otro libro y releo,
luego escribo y voy sacando
las ideas del tintero.
Un galgo color canela
tranquilo duerme enroscado,
y cuando al fin se despierta
se acerca y lame mi mano.
Una mañana de holganza
al calor de aquel hogar,
disfrutando de mi casa …
sencilla felicidad.
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes