DE BUENA CASTA
Recuerdo yo el primer día
que me fijé en tus andares,
tan lozana, tan altiva,
con una casta envidiable.
Y recuerdo la alegría
cuando al fin pude tocarte,
sobre la paja tendida
no paré de acariciarte.
Tú fuiste la más querida,
yo siempre quise montarte,
en ferias y en romerías,
por los campos y heredades.
Tú al principio no querías
y tuve que colocarte
encima de ti una silla
para poder dominarte.
Algún amigo decía
que estabas falta de esfuerzo
y por eso me pedía
montarte en su picadero.
Otra gente defendía
que tenía que domarte,
más monta, menos comida,
y más fusta en espaldares.
Pero tú te resistías
con una raza indomable,
y yo de nuevo insistía
hasta poder refrenarte.
Nos gustaban las corridas
sobre la cálida arena,
cabalgando en armonía
por nuestra playa desierta.
Y con esta poesía
he querido yo cantarle …
¡a mi yegua preferida,
reina de los animales!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes