DOLOR ATROZ
Lloro tanto en mi interior
que me ahoga mi propio llanto,
Nunca pensé que el dolor
pudiera dolerme tanto.
Cuando el dolor te desvela
y no te deja dormir,
así me impone mi pena,
la vigilia del vivir.
Quisiera hundirme en la tierra
y por el suelo alejarme,
bucear las piedras secas
y de mí mismo escaparme.
Mi alma siento en carne viva,
llagada de sentimientos,
palpitante y dolorida
como un corazón abierto.
La guadaña de la muerte
será el fin de esta condena,
pero el dolor es tan fuerte
que ni morirme me deja.
El dolor cierra la puerta
y me niega la salida,
de la muerte me libera
y me condena a la vida.
Quisiera lanzar un grito
que en el cielo se clavara
y trepar al infinito
como si fuera una escala.
La vida nos da el aspecto
de hombres fuertes y maduros,
pero vive un niño dentro
asustado e inseguro.
Y solo conmigo mismo
me consuelo verseando,
en vez de gritar yo escribo
y en vez de llorar, yo canto.
Mis dientes muerden mis dientes,
mis puños fuerzan mis dedos,
cierro mis ojos muy fuerte,
y grito hacia mis adentros.
Como arrastran las mulillas
al toro sangriento y muerto,
así arrastra al alma mía
mi pobre y cansado cuerpo.
Mis brazos cuelgan inertes
resignados y entregados,
ya ni siquiera pendientes
de esquivar golpes aciagos.
Mi alma es como una bandera,
como tela desgarrada
que hecha jirones ondea
y el viento la deshilacha,
¿Por qué la vida es condena
y nuestro cuerpo prisión?
¿Por qué el alma solo anhela
poder volar libre al sol?
………………………………..
Al fin del largo camino
lo he podido descubrir,
cuál en verdad es motivo
de nuestro vital sufrir.
Son esos breves momentos
en que sentimos amor,
chispazos de luz y fuego
que son la única razón
que justifican la vida
y alegran el corazón,
y a través de esa alegría
hacen al hombre mejor.
Compensan los sufrimientos
de esta vida de pasión
y muestran, como un reflejo, …
¡la bondad de nuestro Dios!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes