EL ÁRBOL DEL CEMENTERIO
Al lado del cementerio,
justo pegado al camino,
se encuentra un árbol tan seco
como un racimo comido.
Yace en el suelo tirado,
su tronco ya se ha partido
y parece alzar sus brazos
como si pidiera auxilio.
Ramas que tejen mil formas
como alambres retorcidos,
maraña que contorsiona
su esqueleto blanquecino.
Siempre que paso a su lado
yo siempre pienso lo mismo:
que está muy bien colocado
como un mensaje divino
que anuncia lo que está al lado,
lo fugaz de lo vivido,
lo eterno del camposanto,
lo pequeño y lo infinito.
Polvo que vuelve a la tierra,
frutos que ya se han podrido,
sombra que ya no aprovecha,
flores que nunca han nacido.
Y yo en el árbol me siento
y, muy tranquilo, medito
cómo va pasando el tiempo
sin tan siquiera sentirlo.
Cómo sin darnos ni cuenta
poco a poco nos morimos
y estamos todos más cerca
del final de ese camino.
………………………….
La postrera vez que pase
junto al árbol abatido,
con madera como traje
y en un sudario de lino,
el árbol presentirá
mi cadáver tieso y frío
y entonces se sentirá
más solo, ya … ¡sin su amigo!
Moraleja:
Procuremos ser la leña
que calienta cuando ha ardido,
no inútil madera seca
de algún árbol que ha caído.
-----oooOooo-----
© Manuel de Churruca y García de Fuentes