EL BESO PRIMERO
La dama ha visto besar
tantas veces el madero
de la cruz sobre el altar
que sostiene al Nazareno.
Besos de amor y piedad
con que se sellan los rezos
para poderlos mandar
a nuestro Padre del cielo.
Otras muchas veces más
vio besar el regio sello
que el Rey gusta hacer brillar
en guante de terciopelo,
señal de su autoridad
sobre lo propio y ajeno,
de su poder terrenal,
que reconoce ese gesto.
Y también infinidad
de veces labios guerreros
juraron fidelidad
con militar sentimiento,
sobre el bordado cendal
de las banderas al viento,
telas por las que matar,
con las que cubrir los muertos.
Y marinos que al final
de viajes aventureros
se postraron a besar
el firme y seguro suelo
que los salvó de la mar,
de la tormenta y el trueno,
besos con sabor a sal
de los labios marineros.
Todos besos que se dan
sobre los objetos yertos
que nunca podrán temblar
como los labios sedientos
que se cansan de esperar
el dulzor de un beso fresco ...
¡Que morirían al dar
su primer beso sincero!
Y después de malgastar
esa inmensidad de besos,
y tantos que se darán
sobre los símbolos muertos,
sobre cosas que en verdad
sólo son fríos objetos ...
que no pueden palpitar
como labios entreabiertos …
Y pienso que vale más
solo un beso verdadero
y con él enamorar
a un tierno y caliente pecho
que sienta lo que jamás
sentirá en otro momento ...
¡Ese morir sin final
que te da el beso primero!
Yo sé que nunca jamás
sentirás más cerca el cielo
que al tiempo de recordar
ese dulce … ¡primer beso!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes