EL CAMINO DEL CIELO
Cuando voy a comulgar
cada domingo, en la misa,
y me acerco hasta el altar,
siempre se arranca mi hija
y poniéndose a la par
me agarra con su manita,
y aprieta cada vez más
con su mano calentita.
Vuelve su cabeza atrás
observando a las viejitas
con su curioso mirar
y su preciosa sonrisa.
Ojalá ese caminar
fuera una senda infinita,
que durara mucho más,
que nunca acabe la fila,
porque es la felicidad
de la mano de mi niña
y el sacramento que da
el alimento a mi vida.
Como un camino que va
a la Gloria prometida
con el seguro guiar
de una divina angelita.
-----oooOooo-----
© Manuel de Churruca y García de Fuentes