EL GRANITO DE ARENA

 

Estando frente a la mar

en una playa morena

vi una chispita brillar …

Solo era un grano de arena

 

que lucía para mí,

convirtiéndose en espejo

para poder dirigir,

rebotando su destello,

 

toda la fuerza del sol

que relucía en el cielo

con deslumbrante fulgor,

sobre mis ojos atentos.

 

Entonces pensaba yo

que, en ese mismo momento,

de los miles de millón

de cristalitos dispersos

 

era sólo el cegador

el que estaba situado

con la justa inclinación

y en el lugar adecuado

 

para llamar mi atención,

y obligarme así a observarlo

como en una indagación

de un curioso iluminado.

 

Sólo era una piedrecilla

que me eligió en ese instante

y se clavó en mi retina

como una espada brillante.

 

Entre infinitos cristales

que integran la vasta playa

sólo uno atinó a llamarme

con fino dedo de plata.

 

Fundidos por un segundo

con la luz que nos unió,

entre un grano diminuto

y un poeta observador.

 

……………………………

 

Pensé, quizás, que así fuera

como nos ve nuestro Dios …

como un granito de arena

que es espejo de su Amor.

 

Un rayito diminuto

que refleja inmenso sol,

en el orbe sólo un punto

de radiante resplandor.

 

Así Dios mira a cada uno

como si el único fuera,

como si en todos los mundos

sólo ese grano existiera.

 

Esencialmente valioso,

de un interés especial,

diferente a cualquier otro,

exclusivo y peculiar.

 

Él conoce nuestro sitio

y mira nuestro reflejo …

¡nuestra luz y nuestro brillo

es el Amor que tenemos!

 

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 © Manuel de Churruca y García de Fuentes