EL RECLINATORIO
(30 de agosto de 2.007,
Iglesia de Santiago,
Puente la Reina, Navarra)
Rosa María Churruca,
Manuel García de Fuentes,
medio siglo de fortuna
que celebramos en Puente.
Han pasado cincuenta años
con un matrimonio unido,
con un amor cultivado
del que han brotado cinco hijos.
Por celebrar esta fecha,
las paternas bodas de oro,
quisimos honrar la iglesia
con este reclinatorio.
En él dos personas juntas
pueden estar reclinadas
formando dos voces una,
rezando juntas dos almas.
Como unión de los caminos
que llegan a Compostela,
como unión de peregrinos
que en el camino se encuentran.
Todos con destino igual
caminan por esta tierra
y ven que todo es fugaz,
que nadie se queda en ella.
En ambos lados del mueble
se ve una cruz de Santiago,
para que cada uno lleve
la carga que le ha tocado,
mas tirando como bueyes,
los dos con el mismo paso,
que así es el peso más leve
y el camino más liviano.
Donde se apoyan los brazos
y se recoge la vista,
una rosa se ha tallado
y la “eme” de María,
que coinciden a su vez
con el nombre de mis padres,
una “eme” de Manuel
y la rosa de mi madre.
Y al frente se ven estrofas
de la “Aurora de Santiago”,
que repiten tantas bocas
cuando en su fiesta cantamos.
Su madera te han cedido,
su dura carne leñosa,
los árboles del camino
que ya no darán más sombra.
El mismo mueble parece
que se arrodilla ante el Santo,
con su quietud reverente
y su silencio callado.
Dichoso tú que te pasas
en la iglesia noche y día,
aún con las puertas cerradas,
en adoración continua.
Jesús dijo que ante Dios
todos los hombres debían,
con el respeto mayor,
inclinarse de rodillas.
Porque arrodillarnos es
adoración y obediencia,
y humildes reconocer
la divina Providencia.
Tú, banco, serás consuelo
al final de la jornada,
serás púlpito de rezos
y tribuna de plegarias.
Vas a ver gentes cristianas
que cumplen una promesa
y muchas almas cansadas
que piden por sus problemas.
Tú escucharás oraciones
en las lenguas más extrañas,
de muy lejanas naciones,
de muy remotas comarcas.
Madero en que, arrodillados,
nos clavamos en el suelo ...
¡tú serás primer peldaño
de la escalera hasta el cielo!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes