EL SOLDADO
Soplaron vientos de guerra
y a los jóvenes llamaron,
se preparó la contienda
alistando a los soldados.
Su marcha fue muy llorada,
por todo el pueblo sentida,
por un montón de muchachas
con ilusiones perdidas.
Mi novia también estaba
en la triste despedida,
y vi su pañuelo blanco
hasta pasar la colina.
Ya en el frente la dureza
de la guerra y sus miserias,
la amargura y la tristeza
de sobrellevar su ausencia.
Cada semana había un día
que repartían correo,
y yo enseguida acudía
entre todos el primero.
Esperaba oír mi nombre
para recoger su carta,
papel que encierra en un sobre
un pedacito de su alma.
Después de haberla cogido
yo la guardaba en mi pecho,
que sintiera los latidos
que aceleraba mi anhelo.
Luego la olía mil veces
por percibir sus aromas,
perfumes que eran muy leves
como de una blanca rosa.
Disfrutaba de su carta
sin siquiera haberla abierto,
mil cosas imaginaba
que me estaba ella escribiendo.
Al fin romper el papel
que guardaba sus palabras,
sentimientos de mujer,
ilusiones y añoranzas.
Leía una vez la carta
de un tirón, toda seguida,
cien veces cada palabra
de nuevo las repetía.
Las sabía de memoria,
sin querer las aprendía,
releerlas era gloria,
era aliento y alegría.
Mas un día de correo
mi nombre no fue cantado,
en vano buscó el cartero,
yo me quedé preocupado.
Pasaron varias semanas
sin noticias, angustiado,
yo le escribí muchas cartas
que nunca se contestaron.
Semanas se hicieron meses,
mi aflicción se hizo un infierno,
esquivándole a la muerte
y sufriendo el desconcierto.
Cincuenta asesinas balas
en total pude sortear,
porque en su sino no estaba
que me pudieran matar.
No estaba mi nombre escrito
por suerte en ninguna de ellas,
cada hombre tiene un destino
y ha de morir en su fecha.
Después de arriesgar mi vida,
tanto mi suerte tentar,
por fin me fue concedida
la licencia militar.
Con cuerpo sano e ileso
pero con el alma herida,
corrí como corre el fuego
a buscar a mi querida.
Cuando al pueblo yo llegué
nadie me quiso informar,
sólo el sacerdote fue
con el que yo pude hablar.
Mi novia se había muerto
de una grave enfermedad,
su joven y frágil cuerpo
ni un mes la pudo aguantar.
¿Será la asesina Muerte
que de mí quiso venganza,
porque gracias a mi suerte
nunca pudo robar mi alma?
No pudo matarme a mí
y a mi novia me quitó,
yo pude sobrevivir …
¡mas me mató de dolor!
Por eso yo he vuelto al frente
a seguir con valentía
enfrentándome a la Muerte
un día tras otro día.
Esta es la única venganza
que yo puedo imaginar,
y cada nueva mañana
de ella me vuelvo a burlar.
Y si un mal día me muero
yo también la venceré,
porque mi alma se ira al cielo …
¡y con mi amor me uniré!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes