EL TONTICO INTERESADO
Todas las calles del pueblo
se iban quedando desiertas,
cuando el sol se iba poniendo
detrás de la cordillera.
Los hombres se refugiaban
en la animada taberna,
para compartir la charla
y una jarra de cerveza.
Entonces siempre pasaba
por delante de la puerta
un tontico que esperaba
a que alguien lo requiriera.
Cada día le llamaban
para hacer la misma befa
y entre risas y entre guasas
le decían que escogiera
entre un gran duro de plata
u otra pequeña moneda
y el tontico se quedaba
con la moneda pequeña.
Yo en silencio contemplaba,
noche tras noche, la escena.
Su elección equivocada
me dolía y daba pena.
Un día, junto a la plaza,
antes de que anocheciera,
esperé hasta que él pasara
y detuve su carrera.
Queriendo darle confianza,
yo le expliqué mi extrañeza,
que no sabía la causa
de su opción siempre incorrecta.
Él soltó una carcajada
y me dijo, con franqueza,
una razón tan sensata
que fue su mejor respuesta:
- “Antes de volver a casa
me paso por la bodega
y, tras aguantar la chanza,
consigo ganar mi pieza,
que, aún no siendo muy preciada,
es mi mejor recompensa,
y la tengo asegurada
si mantengo mi estrategia.
Es segura la soldada,
pero, en cambio, si eligiera,
la moneda plateada …
con la trampa descubierta
perdería ya su gracia,
cesaría la colecta
de mi moneda diaria
y esta chirigota inversa.”
Con una cara pasmada,
que mostraba mi sorpresa,
comprendí … ¡que él siempre gana
y burla a quien lo desprecia!
Moraleja:
En ocasiones nos pasa
que algún “tontico” nos deja
con la cara colorada
por su ingenio y su agudeza.
Así aprenderemos todos
a no juzgar sin motivo,
que el “tontico” no es tan tonto
ni los paisanos tan listos …
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes