LA FLOR TARDÍA
Explotó la primavera
mostrando sus mil colores,
los campos y las praderas
ya se han cubierto de flores.
Cada arbusto, cada rama,
sorprende con un color
pues cada cual se engalana
con su diferente flor.
En el muro de la torre
hay rosales trepadores
y han brotado tantas flores
como estrellas en la noche.
Blancas rosas sobre el manto
de verdes hojas y tallos,
como la capa de un santo
con ricas perlas bordado.
Los paseantes se paran
a admirar tanta belleza
y su espíritu se embriaga
oliendo las flores frescas.
Orgullosas y altaneras
lucen abiertas corolas
y estiran cuello y cabeza
por ver quién es más hermosa.
Pero una rosa pequeña,
sin crecer y sin brotar,
perdida entre todas ellas
no paraba de llorar.
Era una rosa tardía,
debía esperar su flor,
no había llegado el día
para mostrar su esplendor.
Entre tantas rosas bellas
a ella nadie la miraba,
entre brillantes estrellas
era una estrella apagada.
Mas … se secaron las flores
con el transcurso del tiempo
y sus pétalos marrones
se deshicieron resecos.
Y amaneció una mañana
que en toda la rosaleda
sólo se vio una flor blanca,
la más pura y la más bella.
Era la rosa tardía,
la última que floreció,
la única que se veía
en el rosal trepador.
Era como perla fina
engastada entre esmeraldas,
como la estrella que brilla
solitaria en la mañana.
Moraleja:
La lección para las niñas
es que deben esperar
y, si son flores tardías,
un día florecerán.
Cuando llegue su momento,
vencida la adversidad,
como el patito del cuento …
¡las más hermosas serán!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes