LA NOCHE MÁS LARGA
(A mi padre querido,
diciembre de 2011)
Yo llegué la noche fría
del veintidós de diciembre,
día de la Lotería
que ilusiona a tanta gente.
Desde el lunes, ingresado,
mi padre muy enfermo estaba
en aquel cuarto tan blanco
del Hospital de Navarra.
Lo estaba comiendo el cáncer
que nació de su pulmón
de fumador insaciable
que su salud consumió.
Lo tenía bien asido
con sus fauces afiladas.
De esta forma, desde dentro,
devoraba sus entrañas.
Esa noche yo velé
a mi padre en su vigilia,
me miraba … mas no sé
lo que decirme quería.
Yo susurraba palabras,
por animarlo, a su oído
y acariciaba su cara
por que sintiera cariño.
Y pensaba en el pasado,
sentado junto a su silla …
eran entonces sus manos
las que me daban caricias.
Que esa noche no acabara
el solsticio producía,
era la noche más larga
de cada año … y de mi vida.
Fue como fue la Hora Santa
de Jesús en su agonía,
cuando su frente sangraba
y sus amigos dormían.
Al fin llegó la mañana
del que fue su último día,
respiración agitada
y sedación de morfina.
Cálidamente rodeado
por su esposa tan amada,
por cinco hijos abrazados
alrededor de su cama.
Sobre las tres de la tarde
de aquel viernes de tristeza,
Dios Padre llamó a mi padre
para que con Él se uniera.
Igual día e igual hora
en la que expiró el Señor,
en la Biblia “la hora nona”
de su última exhalación.
Mi padre, ya sin dolor,
yacía echado en su lecho
y en mi pecho el corazón
de dolor estaba muerto.
Y yo hacia el techo miraba
por ver si se traslucía
algún ángel o algún alma
que hacia el cielo trascendía.
Mas la muerte nada deja,
ni una sombra, ni una brisa …
tan solo la paz que queda
cuando alguien con paz moría.
Y una burbuja compacta,
que a todos nos envolvía,
los recuerdos que dejaba
y el amor de su familia.
¡Su alma era luz y consuelo!
¡En nuestras almas … tristeza!
¡Cuánta alegría en el Cielo!
¡Cuánto dolor en la tierra!
Me siento más vulnerable,
soy muchísimo más viejo
y una piedra insoportable
me está ahogando con su peso.
Ya soy la primera línea
de esta trinchera del tiempo,
siento que mi propia vida
está en la línea de fuego.
Mi padre ha necesitado
para morirse un momento …
¡y toda mi vida, en cambio,
me seguirá este recuerdo!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes