LA SEQUIA

 

Los campos miran arriba

con nubes blancas soñando,

mas sólo ven, día a día,

el azul del cielo raso.

 

Un sol tenaz y amarillo

agosta toda la tierra

y tiñe en tonos pajizos

todos los pastos y hierbas.

 

El polvo todo lo cubre

y lo arremolina el viento

lanzando asfixiantes nubes

que embaten a los viajeros.

 

Árboles que abren sus brazos,

sus ramas desencarnadas,

de esta forma suplicando

que caiga la lluvia clara.

 

Arbustos como esqueletos,

desnudas y secas matas,

manos hacia en firmamento

rogando desesperadas.

 

Los ríos y riachuelos

no se oyen por las vaguadas,

serpientes de polvo seco,

surcos en tierra quemada.

 

Fuentes sedientas que niegan

refrescar a los viajeros,

como la estéril higuera

que nunca dio frutos nuevos.

 

Conchas secas y vacías

de los caracoles muertos

ruedan por tierras baldías

cuando las empuja el viento.

 

La piel que cubre la tierra

se cuartea como un cuero

y poco a poco se agrieta

formando un puzzle reseco.

 

E imagina ser amada

por el anhelado cielo …

¡Caricias de agua soñada!

¡Gotas frescas como besos!

 

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 © Manuel de Churruca y García de Fuentes