LAS ROSAS
El abuelo paseaba
con su nieta por las rosas
en medio de una mañana
ni fresca ni calurosa.
En el jardín los pasillos
con diferentes rosales:
rojos, blancos, amarillos,
rosas, naranjas, granates, …
La rosaleda tenía
un laberinto de calles
y todas ellas se unían
en una plaza del parque,
con una preciosa fuente
de agua limpia y cristalina
donde nadaban los peces
y los pájaros bebían.
Cada calle se adornaba
con un aroma distinto
y en el aire se mezclaban
embriagando los sentidos.
Muchos pájaros cantaban
encima de los arbustos,
con insistencia picaban
los frutos y escaramujos.
La niña, junto a su abuelo,
paseaba lentamente
disfrutando del recreo
de los floridos vergeles.
La infantil curiosidad
y su inocente candor
hizo a la niña desear
el arrancar una flor.
Con su manita tan blanca
la rosa intentó coger,
mas espinas afiladas
se clavaron en su piel.
En la palma de su mano
cinco gotitas de sangre
que como rosas brotaron
de un rojo puro y brillante.
Otras cinco lagrimitas
de sus ojos se escaparon,
rodando por sus mejillas
como el rocío del campo.
La nieta miró a su abuelo
con un gesto de dolor,
sin que pudiera entenderlo,
sin saber lo que pasó.
Cogió a la niña el abuelo
y en sus brazos la subió,
la limpió con su pañuelo
y de esta forma le habló:
- “Las rosas, con ser tan bellas,
siempre tienen sus espinas,
para poder defenderse
de que las cojan las niñas.
Porque una rosa arrancada
se seca en muy poco tiempo,
sus perfumes se le acaban,
su encanto dura un momento.
No juzgues mala a la rosa
por defenderse con zarzas,
es como todas las cosas,
tiene parte buena y mala.
Verás cómo en esta vida
todo tiene sus dos caras
porque hay fantásticos días
y noches muy desgraciadas.
Se confunden siempre risas
con sollozos y tristezas,
se mezclan las alegrías
con los dolores y penas.
Cuando tú seas mayor
llegarás a comprender …
¡que hasta el anhelado amor
oculta espinas también!”
-----oooOooo-----
© Manuel de Churruca y García de Fuentes