LOS PEDOS
Cuando uno se tira un pedo
y confiesa que él ha sido,
mirando al guarro confeso
los demás … hacen lo mismo.
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Cuando hay reunión de viejas,
con tertulia y con camilla,
siempre es bueno que se tenga
debajo alguna perrilla.
Y si algún pedo resuena
por debajo de las faldas,
en medio de la merienda,
puede decir la afectada
mirando bajo la mesa
y fingiéndose enojada:
– “Vaya perra flatulenta …
¡Siempre lo mismo, marrana!”
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Retrepado en su sillón
estaba un hombre gordito,
en plena conversación,
tras una cena de amigos.
Cuando … se escuchó un cañón,
una gran ventosidad,
justo en medio del salón,
haciendo a todos callar.
El culpable, entre las risas,
del sitio se levantó
y, agarrando su barriga,
de esta forma se excusó:
- “Público perdón os pido
por el viento que ha sonado …
¡mas no se por qué orificio
en verdad se me ha escapado!”
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Siempre nos huelen fatal
los pedos cuando son de otros,
mas huelen fenomenal
cuando los pedos son propios.
Mucha gente hay que en la cama,
después de tirarse un pedo,
se mete bajo la sábana …
¡para disfrutarlo entero!
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Dos cocineros famosos
compartían sus recetas
sobre los distintos modos
de hacer sus caldos y cremas.
– “En el arte del plato hondo
y la cuchara sopera
hay que hacer caldos sabrosos,
mas con textura ligera.
Para hacerlos sustanciosos
es menester que éstos tengan
los tropezones o trozos
que les dan más consistencia.”
Al momento, un oloroso
pedo de esos, que no suenan,
le dejó a uno el rostro rojo
y mojada la entrepierna.
Y le ha amonestado el otro
de esta irónica manera:
– “Ese pedo tan caldoso …
¡seguro que lleva presa!”
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes