RECICLAJE HUMANO
Cuando una persona muere
y miramos hacia atrás
nos damos cuenta lo breve
que la vida es al final.
Dejamos el nombre escrito
tan sólo unas cuantas veces
en archivos y en registros,
escrituras y papeles.
Un testamento normal,
por igual todos los bienes,
para tratar de evitar
que los hijos se peleen.
Algún escrito escondido
que entregar nunca quisiste,
el comienzo de algún libro
y un poema que rompiste.
Un reloj que, cuando andaba,
midió el tiempo de tu abuelo
y una escopeta de caza
metida en funda de cuero.
También se queda a su suerte
un perro desconsolado
que no ladrará ya al verte
ni podrá lamer tus manos.
Algunos libros leídos
y al otro lado unas gafas,
tus zapatos preferidos
y un montón de ropa usada.
Frases que nunca se han dicho
y otras palabras calladas,
proyectos para un futuro
que ya tu vida no alcanza.
Nuestra imagen, nuestra cara,
la va borrando el olvido
como se borra en la playa
el dibujo de algún niño.
Tantos hombres y mujeres
de muy efímera memoria,
personajes tan corrientes
que no influyen en la historia.
Operación de limpieza
de enseres y de recuerdos,
para que entre gente nueva …
¡se va enterrando lo viejo!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes