ROSA DE PIEL
Yo no veía su cara
ni conocía su nombre,
solo veía su espalda
como un nevado horizonte.
Era de una piel tan blanca …
¡parecía transparente!,
de una blancura azulada,
como el hielo o como nieve.
Como tocar un espejo
o la piel de un claro estanque,
como observar en el cielo
la luna llena que sale.
Turgente, tirante y suave
como la piel de un tambor,
como sábana radiante
cuando está tendida al sol.
Como nívea gelatina
que forma figura opaca.
como una escultura albina
hecha en mármol de Carrara,
Como la piel de la leche
que sobre ella cría nata,
como una vitela leve
de pureza inmaculada.
Como blanco sobre blanco
trasluciendo en su interior,
dejando apreciar debajo
un infinito blancor.
…………………….
Yo puse mi rosa blanca
sobre la espalda desnuda
de la enigmática dama …
¡mi blanco sobre su albura!
Y en ese mismo momento
la flor desaparecía,
porque se fundió en su cuerpo …
¡mi rosa no se veía!
Como si la flor se hundiera
en el agua de su piel,
mas aún tú la pudieras
bajo la misma entrever.
Suavemente hundí mi mano
en el cristal de su piel
todos sus pétalos blancos
aún los podía coger.
Y así descubrí el secreto
de su piel tan delicada:
¡eran pétalos cubiertos
de una fina capa de agua!
El mismo color tenía
que las frescas rosas blancas …
¡y hasta su olor parecía
el de una rosa cortada!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes