VESTUARIO FEMENINO
Mi mujer, cada mañana,
se plantaba ante su armario
y quedaba ensimismada
mirando su vestuario.
Los vestidos y los trajes,
pantalones, blusas, faldas
y trapos que no se sabe
qué parte del cuerpo tapan.
Azules, verdes y rojos,
amarillos y naranjas,
el blanco pega con todo,
el negro te hace delgada.
Pañuelos, sombreros, gorros,
los brillos para las fiestas
y algunos vaqueros rotos
para vestir de moderna.
Dibujos de leopardo,
de cebras y de jirafas,
en vestidos y en zapatos
toda la fauna africana.
Los miraba sorprendida
como se mira una tienda,
como si nunca en su vida
hubiera visto esas prendas.
Se ponía a trabajar
su cabeza de mujer
combinando sin cesar
al derecho y al revés.
Y al final se decidía
escogiendo con cuidado,
de forma que conseguía
siempre el atuendo adecuado.
¡Qué visión para la moda!
¡Qué combinar tan perfecto!
¡Cómo hacer distinta ropa
con los mismos elementos!
Magia de encontrar distintas
combinaciones y juegos,
siempre al final parecía
que estrenaba un traje nuevo.
Qué diferencia tan grande
con el vestir masculino,
ropa seria y elegante
de colores aburridos.
Los ternos grises o negros,
marengos o azul marino,
tan iguales, tan discretos,
que no hay ninguno distinto.
Todos los hombres iguales
en las bodas y bautizos,
en el trabajo o en fiestas
todos vistiendo lo mismo.
Sólo un toque de color
y de belleza a su brazo …
¡la mujer que lo vistió,
que lo ha compuesto y planchado!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes