YA SE MURIÓ EL GUITARRISTA
Ya se murió el guitarrista
que tanto amó a su guitarra,
él se quedó sin su vida …
¡y ella se quedó sin alma!
Muchas veces por caminos,
por ferias y por posadas,
se les veía muy unidos,
ella colgada a su espalda.
Formando la misma sombra,
la misma imagen que avanza
por los caminos que forman
los huesos de nuestra España.
Y cuando al fin la cogía
y en sus brazos la estrechaba,
los dos cuerpos se fundían,
parecía que se amaban.
En las noches de verano
el guitarrista cantaba
y su guitarra, en sus manos,
alegre lo acompañaba.
Noches cálidas y suaves
con el embrujo y la magia
de sonidos que se esparcen
entre sombras y fantasmas.
Juntos sus notas y cantos
en nocturna serenata
entre un aire perfumado
de jazmines y lavandas.
Como dulce melodía
los sonidos se mezclaban,
la guitarra y el artista
entre susurros charlaban.
Agarrado a sus caderas
hasta que llegaba el alba,
cuerpo de mujer esbelta
junto a un hombre para amarla.
Iban jugando sus manos
en las cuerdas bien tensadas
que, como nervios temblando,
los ecos reverberaban.
Guitarra de piel fulgente,
luz de madera muy clara,
como un espejo luciente
con el alma de gitana.
Cantaban a los amores,
con tonadas y romanzas,
lloraban los desamores,
las historias desgraciadas.
Mas hoy la muerte ha truncado
el amor que disfrutaban,
la pareja ha separado
con crüeldad despiadada.
Ella se ha quedado fría
sin el calor que le daba
la dulce melancolía
con que su dueño tocaba.
Ella se ha quedado muda,
para siempre ya callada,
y no vibrarán ya nunca
sus cuerdas desafinadas.
Ella se ha quedado a oscuras,
sin poder ver la luz clara,
siempre metida en su funda,
en las sombras, olvidada.
Ya no oirá el loco gorjear,
la verdadera algazara,
de las aves al trinar
saludando la mañana.
Alma de artista él tenía,
ella era un trozo de su alma.
Él le daba su alegría
y ella su vida alegraba.
Toda esta historia de amor
se ha tornado desgraciada.
Hoy, de pronto, terminó …
¡al enviudar la guitarra!
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© Manuel de Churruca y García de Fuentes