ROMANCE DEL HIJO
- I -
Yo he puesto mi eternidad
en un capullo tan tierno
que parece que se fuera,
con solo verlo, a tronchar.
En una vida tan frágil
entera mi vida está.
Ya la fuente brava y turbia
de mi vida no se pierde
por las breñas al saltar,
ya las recogió entre flores
un arroyo de cristal.
Ya se la lleva cantando
no sé qué canción de paz.
Hijo de mi alma y mi carne …
¡vida nueva, arroyo claro,
capullo de mi rosal!
Toma en tus días que llegan
estos días que se van.
Unidas mis aguas turbias
a las tuyas de cristal,
vamos, como al mar los ríos,
los dos a la eternidad.
Yo, el fuerte y el orgulloso,
no sé a solas caminar.
Se viene encima la noche,
se me acaban los caminos
y las fuerzas se me van.
¡Ven, rama nueva y florida,
que se me acaba la senda
y yo la quiero alargar
apoyando mi cansancio
sobre tu fragilidad!
¡Ven, vida nueva, tesoro
de luz, de sol, de ideal …!
Dame un poco de esas cosas
que yo perdí por la senda
a fuerza de derrochar.
Volveré por ti a ser rico
cuando estaba pobre ya.
¡Vida nueva! ¡Arroyo claro!
¡Capullo de mi rosal!
Sin ti, que eres todo mío
¿qué dejaré yo detrás?
Yo soy aquel que soñaba
eternizarse y triunfar
con no sé qué pobres cosas
henchidas de vanidad:
versos, palabras, rumores,
ecos que vienen y van …
¡Y ahora tengo en un capullo
cifrada mi eternidad!
- II -
Un hijo es como una estrella
a lo lejos del camino,
una palabra muy breve
que tiene un eco infinito.
Un hijo es una pregunta
que le hacemos al destino.
Hijo mío, brote nuevo
en mi tronco florecido,
si no sé lo que será
de ti cuando me haya ido ...
si no es mío tu mañana
¿por qué te llamo “hijo mío”?
El tiempo, como un ladrón,
quiere robarme a mi hijo
y llevárselo muy lejos
hacia un mañana indeciso,
donde no pueda abrigarle
con el sol de mi cariño.
- ¡Es mío!, le grito al Tiempo,
y el Tiempo responde - ¡Es mío!
Y así me lo va llevando
poco a poco de mí mismo,
igual que a una rama el viento,
igual que a una flor el río.
¡Mano cerrada y cruel
del porvenir indeciso,
abre un poco que yo vea
lo que le traes a mi hijo!
Él es en mi vida todo,
lo que tengo por más mío …
¡y no puedo ni quitarle
una piedra en su camino!
¡Qué vana cosa es el hombre!
¡Qué vano su poderío!
A eso que es toda su vida
y que es todo su cariño …
¿por qué con tan loco orgullo
le llama el hombre “hijo mío”?
¿acaso es suyo el mañana?
¿acaso es suyo el destino?
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